Del germen de trigo a la oblea: recuperando la esencia perdida de la creencia moderna
Avery Marks
Ese fin existe, pero nos conducen hacia él muchos pasos silenciosos e íntimos. La artesanía es la forma de crear que nos atrae naturalmente, cómo buscamos dar sentido a nuestro entorno. Lejos de ser un proyecto puntual, la artesanía es el método perfeccionado que no podemos evitar practicar, aprendiendo en el camino que el perfeccionamiento es expansivo. La imaginación y la vida cotidiana ocurren antes y durante nuestros intentos de crear. Al igual que el cuestionamiento interno (a veces, las negociaciones) sobre lo que se hará en el momento de la creación. Incluye nuestras circunstancias y la lucha con el mundo en el que vivimos, por lo que hay momentos en los que no podemos evitar dejar que una idea fluya sin interrupciones. Otras veces, nos encontramos con una especie de silencio donde nada parece abrirse paso. En todos los casos, nuestra creación requiere un compromiso que va más allá de simplemente hacer: sentarse y abrazar cada paso que conduce a la artesanía por lo que es.
Nuestro trabajo se convierte en una labor incesante cuando la creación es solo producto, y con el esfuerzo, nunca es suficiente. El esfuerzo —producto— ignora la vida que cultivamos mientras elegimos avanzar hacia y a través de la creación, tanteando lo desconocido hasta que se revela el camino. El poeta Carl Phillips lo expresó así: «El arte no es una meta que se pueda tachar de una lista de objetivos… para mí, al menos, el arte es el resultado de haberme permitido desviarme de cualquier camino marcado y perderme. El poema es la evidencia —como huellas— de mi búsqueda en y a través de territorio extraño, la forma que he dejado casi involuntariamente tras de mí».
Para que nuestro trabajo sea más que entretenimiento y reacción, es necesario valorar la vida interior de la creación. Esta vida interior es comprender que no controlamos nuestra expresión externa e innata, sino que podemos explorarla y administrarla con honor. La repetición y la fidelidad a la creación nos acercan a la vida interior, a verla como unión espiritual. Al hacerlo, creamos simultáneamente espacio para experimentar algo más grande: nuestro trabajo da testimonio del espacio de la abundancia. La artesanía, en sí misma, es a la vez compañerismo y vínculo sagrados. La artesanía es comunión; su búsqueda es tan importante como lo que esa devoción produce, y nuestra práctica es regresar a ella tan a menudo como podamos.
Cuidar el alma es cuidar nuestro trabajo; así es como llegamos a ver la creación no como un esfuerzo, sino como una invitación. La Santa Cena sigue un ritmo de tomar, bendecir, partir y dar. La creación, tanto la artesanía como el contexto, nos da la bienvenida a un ciclo similar de festejar y compartir. La esencia de nuestro trabajo cobra vida aquí y, al recorrer un camino o trazar otro, emergemos con un plato para nuestros semejantes.
El viaje nos exige recordar de dónde venimos y dónde estamos ahora. Un trabajo sin conexión con estos factores corre el riesgo de olvidar lo que nos costó llegar hasta aquí, y en última instancia, de olvidar quiénes somos. Así, aprendemos a examinarnos a nosotros mismos, contemplando a menudo nuestros motivos para crear. Consideramos qué nos pesa, qué nos obliga, qué ha endurecido nuestros corazones o qué nos indiferencia. Ignorar estos pensamientos puede evocar los lapsos de silencio que enfrentamos al crear, donde sentimos que nada llegará cuando lo deseamos.
Pero lo que parece un obstáculo podría, en realidad, llevarnos a complacer lo que nuestra vida interior más necesita. Si la producción por la producción misma no es el objetivo, entonces podemos buscar el disfrute y la soledad en los momentos intermedios de la creación literal. Llegamos a conocer el silencio como un refugio. Reponer fuerzas dando un paseo más largo de lo habitual, probando una nueva receta o dedicando más tiempo a conversar con amigos puede cambiar radicalmente nuestra perspectiva. Empezamos a notar lo que antes no veíamos y, intuitivamente, traemos esos detalles con nosotros a la siguiente ronda de creación. El recuerdo, el análisis y la aceptación, aplicados entonces a la artesanía, construyen algo sólido que nunca dejará de dar: esperanza.
La artesanía como comunión es compartir: tiempo, mente y corazón. Al crear desde la camaradería, nos invitamos a participar en un festín interior. Aquí se mezclan ideas, las de otros y las nuestras, que se fusionan para formar una vida plena. El arte y el acto de crear son un recordatorio constante de que nuestros mundos no están separados. Al contrario, existimos juntos. Si así lo deseamos, nuestra creación es un símbolo de una mejor forma de vida.
Obiekwe "Obi" Okolo
Editor invitado
Avery Marks
Obiekwe "Obi" Okolo
Obiekwe "Obi" Okolo